Sin exagerar, cada año surgen en el mercado de la psicoterapia decenas de nuevos tratamientos. Tal explosión creativa obliga a la comunidad de psicólogos a una constante autoevaluación, a un perpetuo repensar su práctica profesional a fin de garantizar una adecuada atención al paciente con dificultades emocionales. Es en este contexto de innovación terapéutica donde toma sentido la comunicación oral presentada en el 19º Congreso Mundial de Psico-oncología por el Dr. Cristian Ochoa: valorar los efectos de un tratamiento psicológico grupal basado en la Psicología Positiva1, entendiendo que el fomento de crecimiento postraumático entre los pacientes con cáncer podría reducir significativamente el malestar emocional generado por la enfermedad oncológica2 Para lograr este objetivo se recurre a una estrategia ya clásica: se conforman dos grupos de pacientes, a uno de los cuales se le aplica el tratamiento psicológico grupal (grupo experimental o GE compuesto por 63 sujetos) mientras que el otro grupo no se somete a ningún tipo de intervención (grupo control3 o GC compuesto por 43 sujetos que han rechazado iniciar terapia grupal).

La comparación de los resultados entre ambos grupos informará sobre la eficacia de la psicoterapia utilizada, en concreto, la comparación de las puntuaciones medias de cada grupo a una serie de cuestionarios que pasamos a detallar:

A. Un cuestionario que valora la presencia de crecimiento posttraumático en sujetos que han experimentado un trauma. Puntuaciones elevadas informarán de un proceso de maduración personal tras haber superado el cáncer, normalmente centrado en mejora de las relaciones interpersonales, cambio de valores, sensación de fortaleza, mayor apreciación de la vida…

B. Un cuestionario que valora la presencia de síntomas asociados a un trastorno por estrés postraumático. Puntuaciones elevadas informarán de la presencia hiperactivación fisiológica, evitación de lugares asociados a trauma, pensamientos recurrentes en torno al cáncer…

C.  Un cuestionario que valora la presencia de síntomas de depresión y ansiedad en pacientes con enfermedad médica.

Importante, estos cuestionarios se administran a todas las pacientes de ambos grupos GE y GC en distintos momentos: antes de iniciar los grupos, pocos días después de finalizar la terapia y tres y doce meses después de finalizar el tratamiento.

Tras el análisis estadístico de los datos obtenidos, los resultados permiten concluir que:

1.  El grupo experimental que ha recibido el tratamiento psicológico muestra al finalizar la terapia mayores niveles de Crecimiento Posttraumático, niveles que son superiores a los obtenidos por el grupo control que no ha recibido tratamiento. Ello indica que la intervención llevada a cabo en el ICO-Hospitalet fomenta entre las pacientes con cáncer de mama la sensación subjetiva de maduración y mejora personal asociada a la vivencia oncológica.

2. El grupo experimental que recibe terapia muestra al finalizar el tratamiento menores niveles de sintomatología de Estrés Posttraumático, niveles inferiores a los manifestados por el grupo control. Estas puntuaciones indican que la terapia implementada se asocia con una mejoría significativa de los síntomas de hiperactivación, evitación y pensamientos intrusivos vinculados a la vivencia del trauma oncológico.

3.  Idéntico patrón se constata en referencia a los síntomas ansioso-depresivos medidos con HADS. El grupo experimental manifiesta descenso sintomático y mejor estado anímico que el grupo control que no recibe tratamiento.

4.  Importante, las mediciones efectuadas tres y doce meses después de finalizada la terapia en el grupo experimental informan que el incremento del Crecimiento Posttraumático y el descenso de los síntomas de Estrés Posttraumático y ansiedad-depresión se mantienen en el tiempo.

Seamos cautos a la hora de interpretar estas conclusiones. La estructura del diseño de esta investigación limita la posibilidad de verificar los resultados4 Pese a estas limitaciones asumidas, la comunicación oral presentada al congreso mundial por el Dr. Ochoa y colegas cuenta con innegables puntos fuertes, entre los que destacamos: uno, es una de las primeras investigaciones que valora la eficacia de una intervención basada en Psicología Positiva en el ámbito oncológico, y dos, proporciona evidencia sobre el papel terapéutico asociada al fomento de Crecimiento Posttraumático entre pacientes con cáncer.

2ª parte de la ponencia: https://psicooncologiaonline.com/psicoterapia-positiva-2/

Autores e investigadores: Cristian Ochoa,  Anna Caselles-Grau,  María Lleras y  Jaume Vives.

Ψ-Notas al pie:

(1) En 1998, en su discurso a la presidencia de la Asociación Americana de Psicología (APA), el Dr. Martin Seligman formuló las bases de una nueva corriente de pensamiento y práctica denominada Psicología Positiva. A muy grandes rasgos, afirmó un lúcido Seligman que hasta ese momento los psicólogos habían centrado su atención exclusivamente en los síntomas de depresión, ansiedad, irritabilidad… olvidando algo de vital importancia: que todas las personas estamos en posesión de recursos internos, de fortalezas y capacidades que nos permiten solventar y aliviar nuestros padecimientos psíquicos. Para Seligman, el estudio de estas fortalezas personales debería ahora constituir el eje de una nueva psicológica. Así, en torno al año 2010, el equipo de psicólogos del ICO-Hospitalet generó un programa de psicoterapia grupal de 12 sesiones de duración, específico para el paciente oncológico, basándose en los supuestos de la Psicología Positiva.

(2) Para el Dr. Ochoa y colegas el cáncer puede ser interpretado como una acontecimiento traumático, es decir, de un potencial dañino tal que altere o destruya las creencias básicas del sujeto en torno a quien es él, qué posición ocupa en el mundo y cómo se relaciona con el resto de personas. Ante un evento traumático se han descrito dos respuestas paradójicas. Por un lado, la instauración de un intenso malestar psicofísico denominado trastorno por estrés postraumático (PTSD); por otro, la sensación subjetiva de bienestar, maduración, crecimiento y mejora personal tras haber superado el trauma denominada crecimiento postraumático (PTG) Se han constatado que ambas respuestas contradictorias se encuentran presenten tras el diagnóstico de una enfermedad oncológica. En la lógica de esta investigación de alguna manera se asume que el fomento del crecimiento postraumático comportaría hipotéticamente un descenso del malestar emocional asociado a experimentar un trauma.

(3) La conformación de un grupo control constituye una cuestión problemática en el diseño de investigación. Siempre cabe preguntarse hasta qué punto es éticamente aceptable mantener a un conjunto de pacientes sin ningún tipo de terapia simplemente para poder comparar resultados con el grupo que si accede a tratamiento psicológico. Normalmente se suele utilizar como control a los sujetos que están en lista de espera antes de iniciar su proceso psicoterapéutico, o sujetos que por distintos motivos renuncian a la intervención de un profesional. Sería también plausible conformar dos grupos a los que se les aplica tratamientos distintos con el objetivo de conocer cual se ellos se muestra más eficaz.

(4) Destacamos dos de estas limitaciones. En primer lugar y en términos ideales, el grupo experimental y el grupo control deberían ser idénticos en todos aquellos aspectos que puedan influir en el resultado de la terapia; por ejemplo, los dos grupos deberían tener la misma media de edad, tipo de cáncer, nivel socio-cultural… Para ello, la asignación a un grupo u otro es conveniente que sea aleatoria, es decir, por puro azar. En el presente caso es la paciente la que elige voluntariamente participar en la terapia (GE) o no participar en ella (GC) por lo que la presencia de variables distintas al tratamiento podría potencialmente distorsionar los resultados. Así y en este caso, podría argumentarse que las pacientes que deciden participar en los grupos terapéuticos están más motivadas al cambio psicológico que aquellas que prescinden la intervención profesional y, por lo tanto, las diferencias entre GE y GC podrían surgir no tanto del tratamiento administrado, sino de la motivación al cambio de las pacientes. En segundo lugar, no se valora el estado psicológico del grupo control a los tres y doce meses después de finalizada la terapia por una simple razón; éticamente, no sería admisible privar de intervención psicológica a las pacientes durante todo un año para que pudieran ser comparadas con el grupo experimental.