En mi análisis y reflexión en torno al cáncer me considero deudor de una docena de textos. Uno de ellos, The biopolitics of breast cancer (2008), es definido por su autora, Maren Klawiter, como una análisis cultural en torno a las distintas organizaciones anticáncer de mama instaladas en el área de la bahía de San Francisco. Confieso que hasta la lectura de este estudio mi visión sobre el activismo oncológico era un tanto simple e ingenua; ante la falta de referentes, tendía a reducir la inmensa riqueza y complejidad de este activismo a las tres o cuatro organizaciones por todos conocidas. El texto de Klawiter plantea un panorama laberíntico, es decir, infinidad de plataformas que entienden el cáncer de mama de manera distinta y nos obligan a reconsiderar toda una serie de supuestos básicos hasta el momento incuestionados.
A muy grandes rasgos, la autora diferencia tres grandes bloques en la cultura de acción anticáncer de mama:
A. Prevención y riesgo ambiental:
1. Para este grupo de organizaciones, el cáncer constituye en esencia un problema de toxicidad generado por las grandes corporaciones multinacionales con la complicidad de las agencias de gobierno. La contaminación ambiental y el consumo involuntario de sustancias insalubres, no los estilos de vida individuales, explicarían el espectacular incremento de casos en cáncer de mama.
2. La expresión emocional de estos grupos se centra en la cólera, el enfado y la sensación de iniquidad. Rechazando radicalmente la identidad de supervivientes, se definen como comunidades y sujetos victimizados, no tanto desde la pasividad o resignación sino como aquellas víctimas que claman airadas ante la presencia de injusticias; no fomentan las expresiones de solidaridad y simpatía hacia las pacientes con cáncer, sino la rabia ante la destrucción de la salud causada por la industria predadora.
3. Predilección por las imágenes de muerte, destrucción y deformidad. Pechos mastectomizados, reconstrucciones fallidas, amputaciones, expresiones de llanto y desesperación… conforman una iconografía macabra a través de la cual se refuerza la idea de victimización.
4. Animosidad explícita hacia los servicios y la investigación biomédica. Para estas organizaciones la solución al problema del cáncer no pasa por la generalización de las mamografías y la detección precoz, sino por una regulación gubernamental estricta que impida el uso industrial de sustancias tóxicas cancerígenas. La biomedicina, con su énfasis en la responsabilidad individual, la genética y los estilos de vida saludables, oculta las verdaderas causas del cáncer convirtiéndose en cómplice beneficiario del complejo industrial.
5. La Dra. Carme Valls-Llobet, desde esta orientación ambientalista, aconseja la siguientes pautas para la prevención del cáncer de mama: -) Alimentación ecológica libre de insecticidas y disruptores endocrinos -) Evitar xenoestrógenos -) Cosméticos naturales sin parabenos -) Alejarse de radiaciones ionizantes y electromagnéticas y -) Dar soporte a las iniciativas que luchan contra la contaminación ambiental.
B. Activismo de la Detección Precoz:
1. Según Klawiter, para estas organizaciones el eje del problema radica en la escasa concienciación sobre la necesidad de mantener una constante vigilancia que permita la detección precoz del cáncer de mama. Facilitar el acceso a medidas de cribaje, sobre todo en poblaciones marginalizadas por cuestiones étnicas o económicas, constituye el objetivo explicito de estas plataformas sociales. Para ello, junto con las agencias de gobierno y la industria privada, especialmente la dedicada al fitness, la moda y la cosmética, la recaudación de fondos para programas de mamografía centra la acción de esta cultura del cáncer.
2. La movilización de estos grupos, alejada de la protesta reivindicativa y en tono festivo, se ajusta a la esperanza, solidaridad y consenso como expresión emocional. A partir de la adscripción a la identidad de superviviente se pretende generar una comunidad de cuidados entre las afectas por cáncer. El orgullo de la supervivencia en la lucha contra la enfermedad permite a esta comunidad romper con los estereotipos que vinculaban al cáncer de mama con la muerte, la deformidad y la victimización y presentarse socialmente como un grupo exitoso que aglutina prácticas de buena ciudadanía (por ejemplo, lucir el lazo rosa como signo de solidaridad, participación en carreras populares, donación de fondos a la investigación, consumo de productos cancer-friendly, fomento de estilos de vida saludables…)
3. En la imaginería vinculada a este tipo de organizaciones predominan los contenidos en positivo desde tres perspectivas distintas: -) Reivindicación de la belleza y ultrafemindad como valores propios de la mujer con cáncer -) Visualización de entornos familiares donde la mujer ejerce de agencia reproductiva y cuidadora y -) Imágenes que transmiten una emocionalidad serena y placentera.
4. Desde el activismo de la detección precoz se entiende que el cribaje y la investigación biomédica constituyen la gran solución a los problemas oncológicos. Una fe acrítica en el progreso de la ciencia y la esperanza en una inminente curación del cáncer si se facilita a los doctores una financiación adecuada dan la razón de ser a este tipo de organizaciones.
5. Tanto en el área de la bahía de San Francisco como a nivel mundial el activismo de la detección precoz constituye la cultura hegemónica entre las organizaciones anticáncer. Sus profundos vínculos con el complejo industrial y los organismos oficiales de salud, así como su mensaje positivo y esperanzado, facilitan su implantación entre una gran mayoría de pacientes afectadas por cáncer de mama.
C. Paciente empoderada y Activismo feminista
1. La detección al inicio de la década de los ‘80 de los primeros casos de VIH/SIDA en San Francisco generó un nuevo tipo de movilización social que influyó posteriormente en organizaciones vinculadas al cáncer de mama. A grandes rasgos, desde poblaciones caracterizadas por su posición marginal (p. ej. feministas, lesbianas, minorías étnicas, discapacitados, inmigrantes…) se realiza una lectura “política” de la situación de las pacientes con cáncer vinculando la epidemia oncológica a las relaciones de poder patriarcal establecidas en la sociedad capitalista. Así, el eje del problema se desplaza al ámbito de la desigualdad social y económica como frente de lucha anticáncer.
2. La expresión emocional de estas organizaciones se vehiculiza a través de la lucha reivindicativa, el enfrentamiento directo y radical contra la industria biomédica y las compañías de seguros que priman su beneficio a costa del sufrimiento de amplias capas de población marginalizada. Cultura feminista, antirracista, multicultural, alternativa, se fomenta la solidaridad y el empoderamiento entre las comunidades de afectas por cáncer y se incentiva la lucha contra las falsas promesas de la ciencia, la toxicidad de los tratamientos, la ineficacia de los programas de mamografía, la inadecuación de la investigación médica y la alarmante carencia de políticas de prevención. Visión crítica, desde estas plataformas se proporciona soporte a las medicinas alternativas y los enfoques integrales en el tratamiento de la enfermedad.
3. Frente a los discursos de éxito y superación propios de la identidad superviviente, estas organizaciones generan una imagen hiperrealista de la paciente con cáncer donde se refuerzan los aspectos traumáticos y sufrientes del enfermar; se penaliza el uso de pañuelos, pelucas, prótesis, cirugías reconstructivas… es decir, estrategias que ocultan los efectos del cáncer. Defensa de la visualización y reivindicación del cuerpo oncológico como alternativa a la idea de feminidad tradicional.
4. Ante la esperanza acrítica en la biomedicina de la cultura de la detección precoz, estas organizaciones defienden un control social y comunitario de la actividad científica. Acceso compasivo a los ensayos clínicos, participación en la definición de los programas de investigación, vigilancia sobre los recursos que las empresas proporcionan a la industria biomédica, énfasis en la prevención medioambiental y la toxicidad alimentaria…
5. La cultura de la paciente empoderada constituye una perspectiva minoritaria entre el activismo anticáncer. La visión alternativa de estas organizaciones, nacidas en el entorno de los movimientos feministas y lésbicos norteamericanos, plantea un abordaje del cáncer de mama que requiere de profundas transformaciones sociales y culturales y, por lo tanto, de una conciencia política normalmente ausente entre las organizaciones de afectadas por la enfermedad.