En estas fechas, cada ausencia en la mesa es un pequeño vacío interior, un silencio, una silla huérfana en el corazón… ausencia que parece aumentar su intensidad en estos días… Afloran sentimientos contradictorios que, por un lado, celebran el reencuentro de familiares y amigos y que, por el otro, añoran aquellos que ya no están… Todos hemos sentido esta ambivalencia en alguna ocasión. Sin embargo, la perspectiva cambia cuando tienes motivos para pensar que una de esas sillas vacías podría ser la tuya, cuando luces un precioso pañuelo en la cabeza, a juego con un colorido vestido que alegra tu tez ceniza por la quimio, cuando te maquillas cada día, después de años de no hacerlo, cuando lo que quieres es que termine esta pesadilla llamada cáncer…Y llega la Navidad…

…Y agradeces esta oportunidad de ocupar tu silla junto a los tuyos, familia y amigos que se sienten, como tú, afortunados de poder compartir este día siendo infinitamente más conscientes de lo que es realmente importante… De repente ves claro que los momentos vividos con ellos llenan de sentido tus días y valen el costoso peaje de pasar por un proceso agotador de tratamientos, cirugías e idas y venidas del hospital. Peaje que, en ocasiones, no querrías pagar, por injusto y excesivo, pero que asumes resistiendo la embestida y sigues pagando por tal de ver a tus hijos crecer, de seguir ocupando tu silla en Navidad, de continuar compartiendo momentos… por tal de no irte para no volver.

Alguien me dijo una vez: Nunca sabes lo fuerte que eres hasta que ser fuerte es la única opción que tienes” y sí, cuando no tienes otra opción porque a tu lado hay unas personitas que dependen de ti, pagas el peaje de los tratamientos, te agarras a un clavo ardiendo y caminas por la cuerda floja sin red, si esto te permite seguir compartiendo con ellos, ya no sólo el día de Navidad, con su espíritu navideño y su magia, si no ¡cada día! Porque cuando tienes cáncer, es Navidad cada día que te puedes levantar de la cama, cada conversación, cada llamada, cada encuentro, cada abrazo, cada beso, cada comida, cada gesto, cada palabra amable, cada sonrisa… En definitiva, cada guiño de vida… guiños que en Navidad aumentan, sí, pero que no deben quedarse atrapados en ella porque cada día que pasas encontrándote bien y junto a las personas que más quieres, es el mejor regalo que puedes tener y se llama VIDA… Valóralo y ¡vívelo! No esperes a Navidad, nunca sabes cuál va a ser la última…

¡Felices Fiestas!

¡Feliz vida!

 

Elisenda Escriche

Administradora web y superviviente de cáncer de mama